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Mi nombre es Óscar Obando Soto. Nací en la ciudad de Pasto, Nariño, al sur de Colombia, en 1979. Soy hijo de Carlos Obando Bados y Adalgiza Soto Valencia. Nací dentro de una familia católica por tradición, no muy devota.

Estoy casado desde 1999 con Angie Muñoz; nuestros hijos son Óscar y Ángela. Soy el menor de 4 hijos y podría decir que fui muy amado por mis padres dentro de lo que ellos entendían como amor: muchos mimos y sobreprotección por un lado, y rudeza, crítica y desmotivación por el otro, lo cual hizo de mí una persona insegura, temerosa y con baja autoestima. Esto me llevaría a esconderme tras una máscara de rebeldía, falsa seguridad e hipocresía para ocultar lo pequeño, inútil y sin valor que me sentía en mi interior.

No cuento esto para criticar a mis padres o culparlos por mis fracasos, aunque en algún momento de mi vida sí lo hice; hoy en día he comprendido que ellos hicieron lo mejor que pudieron con el conocimiento y las capacidades que tenían para intentar hacer de mí una buena persona. He entendido también, gracias a la Palabra de Elohim, que todo obra para bien y que no hay nada que se escape a Su voluntad. Lo comento para dar al lector algo de contexto desde mi perspectiva.

Cuando cursaba mi adolescencia, mamá conoció la fe protestante y eso pareció ayudarle mucho como persona; le ayudó a dejar malos hábitos, le dio otra perspectiva de la vida y le otorgó un nuevo propósito. Esto es lo que yo pude notar desde lejos, ya que en esa etapa de mi vida (creo que como en la de la mayoría de las personas) estaba enfrascado en mí mismo, intentando “ser feliz” y darle rumbo a mi vida.

Mi esposa y yo llegamos a la iglesia cristiana en un momento donde atravesamos una crisis severa fruto de las malas decisiones tomadas por causa de mis faltantes y problemas internos. Esto me llevó a casi destruir mi hogar. Angie y yo pudimos encontrar ayuda en la iglesia protestante donde mi madre servía. Fue ahí donde escuché el evangelio por primera vez y, gracias a las circunstancias y a la grave crisis que afrontaba en ese momento (¡alabado sea Yah por eso!), puse mi mirada seriamente en el Salvador. Comencé a leer y aprender la Biblia por primera vez y fue increíble empezar a entender el porqué de muchas cosas. Comprendí que era normal que nuestras vidas fracasen cuando no están construidas sobre la Roca sólida y sobre los principios bíblicos que fueron dados para instruirnos en El Camino y evitarnos cometer tantos errores.

También pude recobrar la valía y comenzar la larga tarea de transformación luego de comprender el gran amor que El Creador de todas las cosas y Su Hijo sentían por mí. Así que decidí entregar mi vida a Yeshúa y fui bautizado. Entonces entendí que quería dedicar el resto del tiempo que me quedaba a seguir a mi Maestro y ayudar a que Su Reino sea anunciado y establecido en la tierra.

Mi esposa y yo comenzamos a estudiar en la iglesia para servir y poco a poco nos fuimos involucrando más y más en las actividades de la iglesia. Por un lado, eso me ayudó mucho a hacer nuevas relaciones con personas diferentes, porque para mí fue muy difícil abandonar mi vida en el mundo; realmente amaba mucho mis amistades, la música y el estilo de vida mundano que llevaba en ese entonces.

El estar involucrados en el servicio de la iglesia permitió que empezara a darme cuenta de ciertas cosas y empezaron a surgir dudas. Algunas cosas que veía en la práctica no coincidían con lo que leía en las Escrituras; una de las cosas que llamó mi atención fue que se les daba mucha importancia a temas económicos por encima de temas más importantes como la santidad en las predicaciones. También me molestaba que el director nacional de la iglesia estuviera involucrado en la política, lo que hacía que, de alguna manera, nos involucraran en actividades de tipo político.

Al empezar a conocer mejor las Escrituras, pude darme cuenta de que había mandamientos que eran muy resaltados en ellas y, aun así, no nos enseñaban mucho acerca de ellos (por ejemplo, el día de reposo). Mientras que había mandamientos de los cuales no se hacía mucho énfasis en las Escrituras (el diezmo), pero se les daba mucha relevancia en las predicaciones. Esto me llevó a preguntar a mis maestros por qué casi no estudiábamos temas como el día de reposo, siendo uno de los 10 mandamientos y uno del cual se dice que es “estatuto perpetuo por todas nuestras generaciones” y “dondequiera que habitemos”; y, en su lugar, sí predicábamos mucho sobre los diezmos, primicias y ofrendas.

La respuesta que recibí me dejó muy inconforme: “¿Óscar, usted qué está leyendo?” Respondí: “la Biblia”. Parafraseando, me dijeron: “Eso era en el Antiguo Testamento; la Ley es muy difícil (imposible) de cumplir. Por eso vino Cristo a cumplirla perfectamente. Y Cristo clavó la Ley en el madero para que nosotros no tengamos que guardarla. Estamos bajo la gracia, no bajo la Ley. Mejor lea los libros que tenemos en la iglesia y enfóquese en nuestra misión”.

Dentro de mí pensé: si los diezmos también están dentro de la Ley y si la Ley fue clavada en el madero, entonces, ¿por qué el énfasis en que hay que motivar a la gente a diezmar? Desde entonces, el sentimiento de que algo no estaba bien comenzó a crecer dentro de mí y empezaron a surgir otras dudas, porque el Mesías Yeshúa siempre habló de ser obedientes a Su Padre y de guardar Sus mandamientos.

Así que, tratando de responder a mis dudas, luego de comprender que, aunque la iglesia cristiana es un vehículo para que la gente conozca las buenas noticias y al Mesías Yeshúa, la doctrina que se enseña realmente presenta una versión distinta del Mesías, no la bíblica, y termina presentando otro mensaje (evangelio). Debo reconocer que la iglesia cristiana fue un buen lugar de transición y fue de mucha ayuda para mi vida y mi matrimonio en ese momento, pero realmente es importante profundizar en la búsqueda de la verdad para poder tener una fe correcta y llegar a ser realmente discípulos de Yeshúa.

Así que, con mucho dolor y decepción, tuvimos que dejar la iglesia y continuar el viaje (siguiendo a Yeshúa). De este modo, pude comprender las palabras del Maestro acerca de que realmente el Camino es angosto y afligido, y pocos son los que lo hallan. En la búsqueda pasé por el movimiento mesiánico, donde aprendí un poco más, pero también recibí heridas y me llevé una gran decepción al darme cuenta de la gran división, falta de organización y mal testimonio que hay en ese movimiento al carecer de una visión de Unidad y amor fraternal, y de un real compromiso con todas las ordenanzas de Elohim.

Finalmente, cuando comenzaba a dudar y me sentía muy cansado del viaje y desmotivado, después de mucha oración y ayuno, Yahweh me recordó que “las puertas del Hades no prevalecerían contra Su Asamblea (Iglesia)”, lo cual quiere decir que un vestigio de la fe original sobreviviría al engaño y confusión de la gran Babilonia. Así que recobré los ánimos y continué la búsqueda de aquel lugar, hasta que finalmente pude encontrar uno de los libros del hermano Norman Willis (Israel nazareno) navegando por internet y así a través de los estudios del hermano Norman, pude obtener una mejor perspectiva de la gran comisión y del Reino de los Cielos.

Fue así como me sentí motivado a ayudar como voluntario, poniendo mis dones, talentos y recursos al servicio del Reino. Gracias al Padre pude darme cuenta de que, aunque el Camino no es sencillo, realmente hay un lugar donde se esfuerzan por hacer todo lo que nuestro Maestro mandó. Así que espero que este testimonio sea de ayuda para otros hermanos que transitan por el Camino y que les ayude a recobrar el ánimo y restaurar la fe.

Si bien el Camino no es sencillo, el galardón vale completamente la pena: escuchar algún día las palabras de nuestro Maestro diciendo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Amo”. Que Yahweh Todopoderoso nos ayude a todos a permanecer fieles hasta el final a Su Hijo Yeshúa y a afrontar todo lo que sea necesario para poder llegar hasta ese día.

Amén.

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